jueves, 31 de mayo de 2012

El arte de domar las palabras


El arte de domar las palabras

“Sea como fuere lo que pienses, es mejor decirlo con buenas palabras”, William Shakespeare

La comunicación es traicionera. Es una necesidad básica del ser humano, pero también una inagotable fuente de malentendidos y conflictos. Tal vez sea la herramienta más valiosa con la que contamos, y quizás la más peligrosa, pues nos otorga el poder de crear…pero también de destruir. Nos da la oportunidad de construir vínculos, compartir inquietudes, transformar emociones y realidades. Nos permite aprender, reflexionar y comprender. Pero también tiene la capacidad de desatar guerras, reducir a escombros las relaciones más sólidas, provocar las reacciones más viles y sumirnos en la más profunda desesperación.
La comunicación es el vehículo a través del que construimos nuestra vida. Sin embargo, no solemos prestarle demasiada atención. La tenemos tan integrada en nuestro funcionamiento diario que la damos por sentada. Desde pequeños aprendemos a manejarla a través dellenguaje, creyendo que basta con dominar la lengua para alcanzar la maestría en el arte de la palabra. Nada más lejos de la realidad. Lo cierto es que nos limitamos a cabalgar sobre su lomo desnudo sin tomar las riendas, dejando que galope salvaje y nos lleve a lugares de los que no siempre sabemos cómo salir. No en vano, solemos olvidar que toda comunicación está sujeta a la interpretación subjetiva de cada ser humano. Y el espacio que se genera entre aquello que queremos compartir y lo que nuestro interlocutor entiende es el detonante deinfinitas reacciones impulsivas. A menudo, estas se transforman en agrias discusiones, tormentas de palabras tan destructivas como un auténtico huracán.
¿Cuántas veces decimos cosas sin pensarlas, presas de la emoción? Y ¿qué consecuencias nos genera esta manera de actuar? En ocasiones, nos entendemos tan poco los unos a los otros que bien podríamos estar hablando en idiomas diferentes. Cabe apuntar que en general no causa tantos estragos lo que decimos, sino ‘cómo’ lo decimos. El tono, el orden y laforma en la que exponemos una inquietud, una necesidad o una demanda pueden marcar el resultado de la misma de forma indeleble. Si aspiramos a dejar de ser esclavos de nuestra manera impulsiva de comunicar, tenemos que tomarnos el tiempo necesario para aprender adomar las palabras que utilizamos.








http://blogs.lavanguardia.com/metamorfosis/?p=214

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