Edvard Munch gritó: ¡Récord!
Solo 12 minutos le bastaron al subastador Tobias Meyer,
de la casa Sotheby's de Nueva York, para vender el miércoles en la noche El Grito de Edvard Munch. La
venta, que comenzó en 80 millones de dólares, hizo que siete compradores
ofrecieran, cada minuto, aproximadamente 10 millones de dólares hasta convertir
a la obra, realizada en 1895, en la pieza más cara vendida en una subasta
Un comprador anónimo pagó casi 120 millones de
dólares, 119.922.500, para ser exactos, monto que generó aplausos del grupo de
personas que se encontraba en la casa de subasta. De pie celebraron el récord
que, desde el pasado 4 de mayo de 2010, ostentaba la obra Desnudo, hojas verdes y busto,
de Pablo Picasso. Pieza que fue pujada en Nueva York por 106,5 millones de
dólares.
Sotheby's sabía que tenía en sus manos una pieza de gran valor económico. Se trataba de la única versión de El grito, de cuatro que creó el expresionista Edvard Munch (1863-1944), que se encontraba en manos de un particular.
Las otras tres versiones de la obra, que muestran a un hombre agarrándose la cabeza sobre un fondo de cielo rojizo y que tiene detrás la ciudad de Oslo, vista desde la colina de Ekeberg, se encuentran en la Galería Nacional de Noruega y en Museo Munch en Oslo.
Por eso cuando el empresario noruego Petter Olsen le ofreció a Sotheby's la pieza, que había pertenecido durante 70 años a su familia, pues su padre, Thomas, fue protector de Munch; no dudó en sacarla a la venta.
La curadora e investigadora de arte Federica Palomero se alegra de que Munch haya hecho varias versiones, pues, afirma, la pieza ahora tiene un valor financiero. "La verdad es que la que cifra es impresionante... es hasta abstracta. Esa venta es algo que se escapa de la racionalidad. Hay que ver la consecuencia de la venta: la persona o el consorcio van a tener esa obra en una caja fuerte. ¡Se transformó en un lingote de oro! Es muy lamentable que se convierta en un valor financiero. Menos mal que hay varias versiones. Es la primera obra que consideramos expresionista. Es una pieza clave, es la bisagra de la historia del arte dentro del concepto tradicional. Hay piezas que tienen el poder de transformarse en algo más de lo que el artista pensaba cuando la creó", agrega.
Sin embargo, la experta en subastas Odalys Sánchez de Saravo asegura que la posibilidad de que una de las cuatro versiones estuviese en manos privadas aumentaba el interés por la pieza icono del arte moderno.
Sotheby's sabía que tenía en sus manos una pieza de gran valor económico. Se trataba de la única versión de El grito, de cuatro que creó el expresionista Edvard Munch (1863-1944), que se encontraba en manos de un particular.
Las otras tres versiones de la obra, que muestran a un hombre agarrándose la cabeza sobre un fondo de cielo rojizo y que tiene detrás la ciudad de Oslo, vista desde la colina de Ekeberg, se encuentran en la Galería Nacional de Noruega y en Museo Munch en Oslo.
Por eso cuando el empresario noruego Petter Olsen le ofreció a Sotheby's la pieza, que había pertenecido durante 70 años a su familia, pues su padre, Thomas, fue protector de Munch; no dudó en sacarla a la venta.
La curadora e investigadora de arte Federica Palomero se alegra de que Munch haya hecho varias versiones, pues, afirma, la pieza ahora tiene un valor financiero. "La verdad es que la que cifra es impresionante... es hasta abstracta. Esa venta es algo que se escapa de la racionalidad. Hay que ver la consecuencia de la venta: la persona o el consorcio van a tener esa obra en una caja fuerte. ¡Se transformó en un lingote de oro! Es muy lamentable que se convierta en un valor financiero. Menos mal que hay varias versiones. Es la primera obra que consideramos expresionista. Es una pieza clave, es la bisagra de la historia del arte dentro del concepto tradicional. Hay piezas que tienen el poder de transformarse en algo más de lo que el artista pensaba cuando la creó", agrega.
Sin embargo, la experta en subastas Odalys Sánchez de Saravo asegura que la posibilidad de que una de las cuatro versiones estuviese en manos privadas aumentaba el interés por la pieza icono del arte moderno.
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